Duerme, que viene el coco

jueves, 18 de enero de 2018

La ciudad del descanso eterno

En uno de mis habituales paseos por Almería, mi ciudad adoptiva, he acabado visitando un espacio que, por norma, no es lugar placentero: el Cementerio de San José, fundado en el año 1867.
Mis inquietos pies me llevaron hasta allí obedeciendo al impulso de la vista de tan maravilloso portada, que hacía tiempo había llamado mi atención.
Atravesando el pasillo central, al fondo y a la izquierda se llega al cementerio primigenio, un tanto abandonado, pero no por ello menos digno de visitar.
Pero mi sorpresa fue mayúscula al entrar en la zona donde se alzan unos majestuosos mausoleos, unas bellas construcciones edificadas en plena corriente romántica.
Por unos momentos, mi mente viajó a aquella época, lejos del ruido de escandalosos motores, del nuevo apéndice que continuamente tenemos entre las manos y no deja de sonar, lejos de todo.
De pronto, sentí que no estaba sola. Me estaban observando.
Giré la cabeza para encontrarme de frente con la altanera mirada de un curioso guardián: un felino anaranjado me contemplaba con desdén.
Decidí regresar, y quizás no me crean, pero al entrar en la parte nueva del cementerio volví a oír los sonidos que nos acompañan a diario.
Para mi sorpresa, mi peculiar centinela aguardaba a un lado del pasillo central.





El Gusano de Luz

Salvador Rueda, nacido en la aldea de Benaque, municipio malagueño de Macharaviaya, fue un poeta y periodista hijo de jornaleros. Su formación fue autodidacta.
Entre sus obras destaca La cópula, una novela erótica, así como multitud de relatos costumbristas (El patio andaluz, La reja...)
En 1889 publicó El Gusano de Luz, novela en la que narra el romance ocurrido entre Concha, una muchacha de 15 años, y Sebastián, su tío carnal, un cortijero de 50 años.
A lo largo de la obra pueden observarse las costumbres de la época en el ámbito rural, como el amasijo del pan.
Salvador Rueda no fue el único autor que reflejó relaciones amorosas entre personas de diferente edad, dándole la mayoría de éstos un tratamiento diferente a dichas relaciones a las que consideraban antinaturales.
Sin embargo, la originalidad de este autor estriba en el desenlace que ofrece: hay una correspondencia en ese amor, no es un sentimiento unilateral por parte de uno solo de ellos, sino que los sentimientos del tío Sebastián son los mismos que siente Concha, su sobrina. 
Sin duda, una buena, aunque tristemente olvidada, obra.